AVECINARSE
TRASMALLO SEMANAL
Sí, fuma. Cuando lo observo y vigilo, pareciera que fuera él quien acompañara al tabaco en las jornadas claras y cálidas así como en los aguaceros veraniegos: el vicio lo sigue y requiere de su aplicada y constante atención para ser y existir. Su relación con el tabaco es semejante a la nuestra: él ignora que soy yo quien le doy vida brindándole una amistad comprometida. Sé que me necesita, a pesar suyo, a cierta distancia. Todas las mañanas y tardes nos encontramos en los correspondientes balcones: notamos el cuerpo dividido, levantamos una de nuestras manos amablemente y así anunciamos nuestra llegada. Desconozco el día que inició la rutina pero la fecha podría ajustarse a los años, y no a los meses o a los días. El diálogo concreto inicia y termina con la única y acostumbrada línea que cruzamos: un ‘Hey’ que vocalizamos en silencio mirándonos a los ojos; la mano abierta se levanta, desciende y evitamos un nuevo cruce de miradas hasta el próximo encuentro —horas más tarde o al día siguiente—. Con ese único gesto reconocemos nuestro humor: sabemos a través de la variabilidad de la expresión si ha habido una discusión, si se alista una reunión aterradora, si hay hambre o sed, si se ha conciliado el sueño, si nos hemos entristecido o alegrado de repente. A veces surgen alteraciones faciales y corporales cómplices y compasivas: en ocasiones los ojos, tras la debida elevación del brazo, se cierran un segundo más, el asentimiento tarda, la boca se allana y la mano se plega lentamente.
Así nos comunicamos, y así también, en ciertas ocasiones diarias, nos ignoramos: hay días que nos vemos, que nuestras miradas se cruzan pero concentramos y limitamos nuestra energía: los labios se abren y se cierran brevemente; los pulmones expulsan una bocanada débil; las manos, agotadas y reacias, permanecen en la baranda y se desplazan con una escasa energía de la boca al cenicero. Es una relación absolutamente transparente: se desnuda el juicio, nos exponemos e identificamos nuestra vulnerabilidad: ‘Así lo he hecho, así lo quiero. ¿Qué opinas tú? ¿Para qué pregunto? Poco importa una posible oposición: esto es y nadie lo cambiará’. Usted podría pensar que su nacionalidad, sus opiniones o sus gustos podrían interesarme mas su desconocimiento es lo que mantiene viva nuestra sólida amistad; sus comportamientos y conductas externas me tienen sin cuidado, únicamente me atañe su constante y fiel presentación, poco más. Hay relaciones así: se anhela un acompañamiento silente, quizá un saludo matinal y la permanencia horizontal —vertical, transversal o la que se precise— cada una de las jornadas de innumerables meses, años y decenios. Usted, que desdeña este tipo de nexos, quizá asegure que amistades así abundan, y se equivoca: busque, explore, experimente y cave este inmenso mundo atestado de gentes. Acaso fracase y deba regresar a leer estas líneas. Atienda, querido amigo: es esta una instrucción indispensable para la selección.
Toda exploración requiere de atención, paciencia, precisión y serenidad; son estas las herramientas imprescindibles para los hallazgos fundamentales. Observe con atención su ecosistema, su entorno y, al perderse, encuéntrese. Como fracasará en ese intento, busque entonces una persona tan parecida a usted que sea poco lo que tengan por contarse; ya advertirán que, a cada pregunta que les interese, tendrán una respuesta que surge naturalmente. Verán también cómo los pensamientos se comparten, se dividen, se suman y se restan simultáneamente. Ay, con el tiempo, se irán hartando, y nuevamente se perderá. Entonces usted pensará que debe buscar, quizá, un hombre o una mujer que poco le hable, que lo vea con gesto cansado e irritado; acaso sea una de esas personas que, tras sonreír por uno o dos segundos, retome el gesto amargo y pesaroso, y se concentre, una vez más, en problemas sin solución. Usted, asimismo reflexionará, se perderá y se mantendrá en la fatiga: ‘¿Dónde reposan las basuras del mundo, cómo se mantiene la temperatura del cuerpo sin fregarse, adónde paran los perros sin hogar, se olvidan las decisiones erráticas de la infancia…?’. Y así se manifestará un párrafo de infinitos etcéteras que, en algún momento, se repetirá. Quizá entonces usted decida pensar en la nada y toda pregunta discernida llegará al puerto del olvido. Entonces saldrá a caminar y se mezclará con la multitud, y, tras iniciar y terminar conversaciones que lo absorben, resuelva usted, aburrido y enfadado, volver a su hogar —al que haya construido—, y pensará en su amigo, aguardará su llegada.
Lo sé: la tarea es ardua y deberá esperar una, dos y tres veces más hasta encontrar, por fin, tras muchísimos años, el mejor amigo que vaya a tener. Acaso usted se decida y no quiera tener el mejor de los amigos, sino cualquiera, y hallará farsantes: se reproducen por miles y, de un sólo vistazo, parecen acoplarse; sin embargo, ya verá como una palabra esencial y secreta prenderá el motor de su existencia: hablará y hablará por horas, conversará de lo visto y lo aprendido, de lo hecho y deshecho, del futuro y el pasado. Y usted tendrá que escuchar pues ha sido usted quien ha buscado el diálogo, se ha comprometido, y pensará, de nuevo, en su exploración. No se resigne, mantenga la calma; recuerde que se enfrenta a una recompensa capital humana. El desespero y la calma lo atravesarán día y noche perdiéndose y encontrándose en cada salida; usted pensará, amargo, que ha conocido a todas las personas del mundo, que es todas las personas y ninguna, y lanzará su esperanza al precipicio. Entonces, quizá, un día cualquiera se presente en su balcón un amigo como el mío, y ya verá como el hombre que fuma no es él sino usted.